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viernes, 2 de noviembre de 2007

Dimensión 80s


El miércoles fui con mi viejo al concierto de Soda Stereo. Hace tiempo que el había comprado las entradas y teníamos hartas ganas de ir. A parte de ver al grupo argentino, yo lo veía como una ocación notable de compartir con mi papá, es cuático igual: cantando con tu papá la banda sonora de su juventud 20 años después.
El concierto estuvo muy bueno, salvo de que el sonido podría haber sido un poco mejor, no había nada de que quejarse. Llegamos tres horas antes para ubicarnos en la platea o pacífico lateral, donde momentos antes había visto por la tele a Efe Copano reportear para ViaX, quedándonos con una vista bastante buena.
Una de las cosas más notables, que le mencioné repetidas veces a mi papá (creo que lo aburrí un poco) era que me sentía joven. Rarísimo al compararlo al sentimiento general de este último año, en que todo ha pasado tan rápido que ya creo tener arrugas o canas (cosa que no me importaría mucho, pero del punto de vista médico sería un poco inquietante). El estadio estaba lleno de la gente que había pasado su juventud (la dificil juventud ochentera en nuestro país) con las canciones de Soda grabadas en cassette: gente con pinta de papás y mamás acordándose de sus amigos y viejos tiempos de peinados voluminosos, chasquillas plastificadas con laca y colores fluorescentes, mientras en estos momentos estaban camisa adentro, colores sobrios y actitud seria y tranquila.
Actitud que me resultó frustante porque persistía una vez empezado el concierto. Cuando las luces del escenario destellaban, podía ver a un multitud estática que solo cantaba, mas o menos con ganas, como si les diera vergüenza moverse o bailar olvidándose de los 20 años transcurridos. Yo, siendo nada más que un feto en el 89, saqué unas cuantas fotos, canté con ganas e incluso me moví al ritmo de las que no me sabía, creyendo a ratos que lo pasaba mejor que los contemporaneos a Cerati, Zeta y Alberti.
Llegué a creer que todos estaban con tal nostálgia que habían caido en "coma del recuerdo" pudiendo solamente mover la boca para cantar. Incluso Cerati comentó, a su manera, que estaban como medios dormidos. Por su parte él y sus compañeros se veían tan contentos que intentaron zamarrear a su público, que parecía más preocupado de acordarse de las cuentas que tenía que pagar el lunes que de pasarlo bien.
Lo lograron, bastó "De Música Ligera" para sacar de la cabeza el auto, la nana, la cuenta de la luz y del internet que sus hijos ocupan "para puras leseras". El estadio al fin se vio realmente lleno y empezó a parecer un concierto de despedida repetida de hace 10 años. Todos saltando y cantando, ahora todos por igual, levantando las manos y bailando. Algunos de los que ni se habían movido antes alrededor mío gritaban como barra de fútbol, mientras que otros, aún cantaban a volumen moderado, pero ya no podían evitar moverse al ritmo de la música.
Después se volvieron a bajar las revoluciones, pero ahora con todo el público más atento y en onda, haciéndose escuchar cuando los artistas salían del escenario para pedirles que volvieran.
La carta maestra fue el cierre con "Vitaminas", el que antes no se había animado a moverse saltó sin ni un complejo, y a la hora de salir, todos contentos, acordándose que al otro día era feriado y que los hijos andaban de carrete; que ellos también podían juntarse, salir un rato y tomarse una cerveza como en los viejos tiempos.
Se logró una armonía final, y los jóvenes y los no tan jóvenes no parecían arrepentirse de lo que gastaron. Era verdad, les hacían falta un par de vitaminas, pero al final no importó.

Después de todo, sabemos que siempre seremos profugos.